SONETO XII
¿Quién podrá sin un ay del alma enviado,
sin lágrimas echar de ciento en ciento,
sin tanto suspirar que pueda el viento
las ondas contrastar del mar airado?
¿Quién podrá, digo, ¡ay miserable hado!,
sin dar de si tan alto sentimiento,
las dudas declarar de aquel tormento
que oprimir nuestras almas no ha dudado?
Juntos llorar, mi Frónimo, el ausencia
de mi sol y tu luz ya nos conviene
más que alma de infernal peso afligida,
que si consiste en sola la presencia
nuestro vivir de quien sin él nos tiene
ausente, ¿quién sabrá qué cosa es vida?
Francisco de Aldana