SONETO IX
¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo
subir, o quién venció más su destino,
mi clara y nueva luz, mi sol divino,
que das y aumentas nuevo rayo al cielo,
cuanto el que pudo en este bajo suelo,
¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!
los ojos contemplar que de contino
engendran paz, quietud, guerra y recelo?
Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto
do no sube a mirar con mucha parte
olmo, pino, ciprés, ni helado monte,
de sus ligeras alas diome presto
dos plumas y me dijo. «Amigo, ¡guarte
del mal suceso de Ícaro o Fetonte!».
Francisco de Aldana