AL REGRESO
—¿Es ella ¿no es cierto? di,
¿Son esos los claros ojos
Que vi muchas veces rojos
De tanto llorar por mí?
¿Es la frente que besé,
El alma, toda cariño,
Pájaro en manos de niño,
Que en mis juegos torturé?
¿Es la misma a la que yo
Oí suspirar te quiero
Y si te marchas me muero?...
—Y ya ves, no se murió.
1893
Francisco A. de Icaza