OFICIO DE POETA
Si yo fuera, de verdad, poeta, susurraría que el imperio de los
zares es mi patria, y lo haría con tres horas de sueño y cuarenta
de trabajo a mis espaldas. Mangas allá donde los muslos
empiezan a definir mi edad y mis aficiones. Puños de encaje.
Mis zapatos sobre mi vestido, tan hermoso (los hermanos
Rossetti vuelven a estar de moda). El poder. Hablaría de
árboles, gritaría oh, mi señor, con los ojos en blanco, tocaría mi
cabeza con un sombrero, un rayo de colores me cruzaría la
frente: mi vida consagrada a la Creación.
Todo eso ocurriría si yo fuera, de verdad, poeta.
Pero no distingo entre lágrimas y jazmín. Extremo mis
precauciones al tratar con el entorno de la conjunción
adversativa. Jamás falto a mis revisiones médicas. Adoro las
burbujas y el azúcar. Aspiro al matrimonio. Descanso los
festivos; me gusta tocar el cabecero de la cama con la punta
de los dedos.
En más de una ocasión me pregunto qué hago aquí.
Elena Medel