MAYOR
El hijo único sería el mayor de sus hermanos
y en su orfandad algo tiene de eso
que se entiende por la palabra mayor. Como si también ellos
hubieran muerto
sus imposibles hermanos menores.
Mucho más riguroso que el luto repartido
es el suyo: la muerte lo cortó a su medida,
lo cosió, lenta, con extrema finura
mientras el padre se iba transfundiendo en el hijo,
lo envejecía a fuerza de crearlo a su imagen
—niño otra vez el hombre, hombre otra vez el niño—
en noches tan oscuras como el luto que llevan.
Y el hijo tiene algo de un hermano mayor
como si lo rodeáramos, nonatos, mientras él nace por
segunda vez
a una vida más grave que la nuestra.
Alguien se mira en él con los ojos cerrados,
gravita su silencio
sobre nuestras palabras sin objeto.
Enrique Lihn