BARRO
I
Barro, rencor inagotable. Toda otra fuente termina por ceder
a la presión de esta materia original.
Los días del agua están contados, pero no así los días del barro
que sustituye al agua cuando ciegan el pozo.
No así los días del barro que nos remontan al séptimo día.
De niños jugábamos con él, nada tiene de extraño que juegue con nosotros,
los creados a imagen y semejanza suya.
II
Dios padre, Dios hijo, Dios espíritu santo:
tierra y agua; luego el barro que en el principio era.
Un solo sentimiento en el origen de todos:
este rencor inagotable.
III
Tarde o temprano volveremos a ser razonables.
Está en el orden de las cosas, nada se sabe de ellas mientras no las tomamos con relativa calma,
como si nada hubiera sucedido.
IV
No hay más extraño que uno. Es la apariencia de otro quien terminó por frecuentarnos,
por aceptar finalmente una invitación reiterada.
Me pareció ver a mi sombra cuando le abrí la puerta, justo en el momento en que íbamos a salir.
La función había comenzado. “Adelante. Adelante”.
“Te estábamos esperando”, dije yo y ella dijo: “No reconozco a los ingratos”
con un curioso temblor en la voz.
Enrique Lihn