EL LADRÓN
Del jardín de mis hurtos, fui señor y soy reo.
Abrí todas las puertas del edén de la vida,
si alguna cerró el paso, la forzó mi deseo.
Aprisioné cien años la alondra y el gorjeo;
cien años hinqué el diente en la fruta prohibida.
Expulsado y proscrito el castigo perdura;
mas el ángel que vela y le impide la entrada,
sabe que no pretendo quebrantar la clausira...
¡Halló gracia a sus ojos la contrita amargura
y ha apagado el Tigris la flamígera espada!
Con reptar de serpiente o con vuelo aquilino,
con saña de milano, con astucia de lobo,
robé sobras y estrellas en mi largo camino...
¡He gastado cien años en el hurto divino
y pasaré cien años restituyendo el robo!
A 4 de mayo de 1941
Enrique González Martínez