EL JARDÍN QUE SUEÑA
VIII
PLACIDEZ
Esta noche ha traído un temblor de luceros,
un gris cielo de perla y un octante de luna;
la penumbra es de plata, y se envuelven en una
transparencia indecisa los callados senderos.
En el alma se filtra, por ocultos veneros
de recóndita fuente, una calma oportuna,
y apacienta sus cuitas la contraria fortuna
cual si fuera un rebaño de medrosos corderos.
Resignado el espíritu, no formula un reproche
por el mal ni la muerte; la quietud de la noche
los impulsos refrena y las ansias mitiga;
y la vida se acepta, sin saber si la mansa
placidez en que el pecho se adormece y descansa
es virtud y holocausto, o desdén y fatiga.
Enrique González Martínez