LA VENUS APUNTALADA
A Carlos Pestana
Ni tus ojos enormes, de paraíso y de aquelarre,
que, de repente, se encogieron
detrás del garabato de los impertinentes.
Ni tus tacones inseguros de oca enferma.
Ni tu pulmón izquierdo, blando pichón acribillado
por las descargas más crueles.
Ni tu extirpado riñón que subió al cielo,
y está sentado a la diestra de la luna.
Nada. Nada. Tan solo
el cartel gritador de las mil libras,
el cartel afrentoso del triunfo.
Y el ladrar de los canes macilentos
en pos de epitalámicos faldones...
Eso sólo.
Eso sólo, Dios mío,
me hizo huir —de espaldas—
en angustioso velocípedo.
Emeterio Gutiérrez Albelo
Tomado de La ciudad del drago. Vida y obra de Emeterio Gutiérrez Albelo