INSCRIPCIÓN
Virgilio, claro poeta romano,
tú que no olvidaste nombrar a la humilde arveja
junto a los vastos dioses impávidos,
enséñanos a mirar las cosas,
la quebradiza corteza y la sombra
que apenas roza el agua;
tú que descendiste al revés del silencio, dinos
cómo conjurar a las vanas imágenes,
para que siendo
no se nos huyan como el humo,
ni con el frío dañen a los nuestros;
ayúdanos,
condúcenos al arduo trabajo, enséñanos
el rumor que ahuyenta a los pájaros salvajes,
y cómo desarraigar a la estéril avena,
y los diversos sacramentales de las aguas;
y qué signos ocultan las veloces nubes,
y las pacíficas noches qué repentinos presagios, y cuáles
la penumbra de la patria;
de modo que sea nuestra
tu lúcida vigilia, nuestros
tu coraje y tu paciencia, y la obra
como un inmaculado sacrificio que se ofrece, así
como tú ofrendaste la Eneida a las llamas.
Eliseo Diego