A UNA SEÑORA
Ya no la verás más
yendo y viniendo del pan a sus fatigas
—con los altos cartuchos, y esas ropas
de flor sacramental, oscura.
Ya los hijos salieron, ya sus voces
agrandan la mañana.
Ya
se acabó la faena.
Puede
qué bien dormir al fin la desvelada.
Eliseo Diego