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LA JUANA BAUTISTA

¡Macho el negrito, pero macho y medio!
¡salto de mono y ojo de barbasco
y daba capa y tripa, como el tabaco bueno;
macho el negrito Sebastián González,
de Barlovento!

Norberto Borges le hizo una señita
y se fue con Norberto—
¡mi rengo sordo, mi Norberto Borges,
qué guapo era y qué bueno!

Cayó en los tiros, Año y medio estuvo
en la Rotunda preso;
después lo pasaron
a Puerto Cabello:
con ciento cincuenta salía los lunes,
harapo de rayas, pelota de hierro,
a hacerle su carretera
al tigre de Patanemo.
Tarde de fugarse todo,
porque hasta el sol se fugaba;
tarde de la gente libre que no aguanta;
¡se fue Sebastián González
me lo dijo la descarga
Lo cogieron, hermanito,
Mil palos por la mañana,
playa como la de Chuspa
playas como las de Barlovento
traen al macho, macho y medio,
para que le den mil palos
junto a su mar y su playa,
bajo su coco y su cielo.
Formación de guardia:
formación de presos.
La Juana Bautista
va llenando el viento;
las olas, las palmas,
los chaparros nuevos
dan a la corneta
su acompañamiento.
El ritmo es el ritmo
del negro.
Uno, dos, tres...
—la Juana Bautista y el tambor, el mar—
siete, ocho, nueve...
—la palma se mece, da el escobilleo...—
diez y nueve, veinte...
—noches de Curiepe, noches de Capaya,
la Juana Bautista, Sebastián González,
qué bien la bailabas!—
Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve...
—ojo de barbasco—
ciento veinte y siete...
—noches de Capaya...
La Negra Agustina, Sebastián González,
¡qué bien la bailaba!
Cuatrocientos veinte—
el lomo del negro, como su conuco,
se va abriendo en picas,
se va abriendo en surcos...
La tierra en el lomo del negro,
la tierra de Barlovento...
Setecientos veinte...
—rojo, rojo, rojo,
la flor del cacao en el lomo florece...
Novecientos treinta...
La Juana Bautista regresa del viento
con su falda triste de cocal sin verde.
Sebastián González
muere.

Muerto color de ceniza
sobre el fogón de la playa,
ancho muerto, largo muerto
sacudido de ola y palma;
mientras se esconde en tus ojos
el puesto de la mirada
y el hondo tambor del viento
da tu golpe en la resaca
y el ritmo tuyo en la ola
se embarca y se desembarca,
mientras te vuelan las moscas
sobre tu bemba salada,
la tierra traiga sus muertos
a patrullarte tus llagas,
sus muertos color de hambre,
sus muertos color de patria...
Pero que venga la Noche
a acompañarte en la playa
y te enrolle con sus muslos
y te rejunte sus ancas,
y te escarbe tus cenizas
hasta encontrarte tus brasas,
la Noche de tu merengue,
la Noche de tu parranda,
la Noche barloventera,
la Noche venezolana,
tuya, tuya, tuya, tuya,
zamba,
zamba,
zamba,
zamba...



Andrés Eloy Blanco


«La Juanbimbada» (1960)
Los testimonios


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