ABEL Y SU CASA
ABEL LLEGA AL MAR
De noche en el Golfo Triste,
donde Colón pescó la sirena de América.
Se fue a pique un velero.
Tiene la quilla hacia el cielo
y hacia el fondo los masteleros.
Un náufrago
bracea en mitad del golfo.
Rema con manos suaves, como vientre de pez;
la luna pone en su frente
ese livor que estampa en la sábana a los huesos.
En las olas caen sus ojos,
tributarios de sombra.
Allá va Venezuela, sin puerto,
allí van, medio ahogados,
Ayacucho y lo otro y la mitad de esto.
Pero el hombre llega a la playa
y al pisarla,
sintió en su propio pecho el corazón de la ciudad,
la voz del gran destino paralelo
que le decía: «¡Tierra adentro! ¡No moriremos en el mar!»
Andrés Eloy Blanco