CUMPLEAÑOS DEL AHIJADO MANOLO
Ahijado: ya tienes tres años de vida;
ya eres un viejo en horas,
un anciano en minutos,
casi un muerto en segundos.
Y ya has tenido un reumatismo,
que ya quisieran muchos
para sentirse hombres.
Ignoras el abecedario,
pero vas echando músculos.
Muy bien; un uppercut le aceita las bisagras
al postigo del mundo.
Me dicen que hablas bien, pero en malas palabras,
o que eres «mal hablado», en buen hablar;
el hociquito de pocas pulgas
lo tienes lleno de guijarros.
Usas un lenguaje radical
y eres un granuja, ahijado.
El azúcar de mis caramelos,
¿no te endulzó la lengua, lindo descamisado?
Aquí estoy, en la Cárcel;
somos varios.
Aquí estamos, más mal que bien,
pero es mucho decir: mal que bien, aquí «estamos».
Apunta esto: estamos aquí
para evitarte trabajo,
para que tú, mañana, no tengas que venir.
¡Qué feliz serás!
¡Qué feliz serás, ahijado!
con tus caramelos de libertad,
¡tan ricos! —según dicen, porque yo
nunca los he chupado—.
Sé bueno y vigoroso
y honrado.
No sé hablarte de otro modo:
no le quites a nadie su caramelo
y no le tengas miedo al Coco.
Ya sé que has preguntado
si soy poeta
y al decirte que sí, contestaste: —¡Qué
lástima!
¡En Petare los queman!
Estás en un error; para quemar poetas
falta un poco.
«Cohetes», no «poetas» queman los de Petare;
los poetas no suben tan alto
ni suenan tanto cuando les pegan un fósforo.
Un poeta, cuando es un poeta, es un hombre,
un hombre que no roba y que se vuelve loco.
No quiero que seas poeta,
pero muy cuerdo o muy ladrón, tampoco.
En la palabra hombre, muy bien puedes estar:
ni para el Seminario, ni para el Manicomio.
Crece pensando en Venezuela.
(Venezuela es el espejo
en que tu madre se ve cuando se peina.
Si eres malo con Venezuela, es lo mismo
que si al espejo de tu madre lo quebraras con una piedra).
Siendo malo con Venezuela,
es posible que tengas mucha plata en el Banco,
pero, por lo demás, serás un sinvergüenza,
o como tú dices: un ajo.
Si eres bueno con Venezuela,
serás feliz y cuando te mires
al espejo en que tu madre se peina,
te encontrarás tan guapo,
que le estarás agradecido al cristal del espejo
hasta el cristal de tu llanto.
Aprende a decir nobles palabras,
pero tus buenos ajos no los dejes del todo.
Echa músculos, quiere a tu madre,
que nunca esté el espejo ni roto ni empañado,
y con respecto al Coco, óyelo bien: el Coco
le tiene miedo a los muchachos.
Andrés Eloy Blanco