PACÍFICO
El transpacífico aéreo
va a 500 millas por hora.
La noche pasada
saltamos de Colombo.
¡Oh clara noche, oh perla cingalesa
sobre el turbante de Candy!—
La viajera india,
viuda del hijo de Kamaladevi,
el que murió en el mar,
mira a la mar con ojos de un oriente revuelto.
Atrás queda un puñado de granos de tierra
esparcido en el mar.
Estamos ya solos, sobre el agua sin archipiélagos.
Somos una equivalencia
de decimal terrestre sobre el Pacífico.
Nada indica
que en este punto, precisamente,
pueda haber sucedido nada a ninguna hora.
Es un punto cualquiera
bajo un minuto cualquiera,
un sorbo de aire
sobre la ola millonésima del Oceano Pacífico.
La hermosa india,
que emigra para siempre,
la viuda del hijo de Kamaladevi,
el que murió en la mar,
deja caer una pequeña lágrima.
Vemos rodar la gota entre filos de noche
y miramos los ojos de la viajera exhaustos.
Ya están secos ineptos para el lloro.
Aquí acaban de tirar
su última moneda de llanto
en la mano del mar, ciego de su ojo verde.
La mujer,
alza los ojos áridos, paupérrimos, al cielo
y descansa en nosotros, cancelada de lutos,
su mirada inmortal, afluente del Oceano.
Andrés Eloy Blanco