AFRODITA
Yo he tenido mil veces en mi mano
la llave de tu cofre, Pecadora;
la noche nos ha visto junto al piano
y allí, lo mismo, nos halló la aurora.
Presa de un histerismo cortesano,
tu carne me asediaba turbadora;
tu amor fue cada día más villano
pero yo fui más fuerte en cada hora.
Te perdoné como en su paso errante
perdonó el Galileo alucinante
la fiebre de las hembras descarriadas;
hoy, en mi ser, al escuchar tu nombre,
con un vaivén de recias marejadas
te lanza el juez y te desea el hombre.
1918
Andrés Eloy Blanco