AL ALMENDARES
Este río de nombre musical
llega a mi corazón por un camino
de arterias tibias y temblor de diástoles...
Él no tiene horizontes de Amazonas
ni misterio de Nilos, pero acaso
ninguno le mejore el cielo limpio
ni la finura de su pie y su talle.
Suelto en la tierra azul... Con las estrellas
pastando en los potreros de la Noche...
¡Qué verde luz de los cocuyos hiende
y qué ondular de los cañaverales!
O bajo el sol pulposo de las siestas,
amodorrado entre los juncos gráciles,
se lame los jacintos de la orilla
y se cuaja en almíbares de oro...
¡Un vuelo de sinsontes encendidos
le traza el dulce nombre de Almendares!
Su color, entre pálido y moreno.
—Color de las mujeres tropicales...
Su rumbo entre ligero, y entre lánguido...
Rumbo de libre pájaro en el aire.
Le bebe al campo el sol de madrugada,
le ciñe a la ciudad brazo de amante...
¡Cómo se yergue en la espiral de vientos
del cubano ciclón!... ¡Cómo se dobla
bajo la curva de los Puentes Grandes!...
Yo no diré qué mano me lo arranca,
ni de qué piedra de mi pecho nace:
Yo no diré que él sea el más hermoso...
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!
Dulce María Loynaz de Castillo