RECUERDOS
La vi, vibró mi ser, había encontrado,
el alma la mitad, por quien suspira,
el corazón, su culto ambicionado,
e inagotable inspiración mi lira.
La amé cuando era niño todavía,
y el amor que mi pecho le ofrendaba,
fulgor de aurora y juventud tenía.
La amé con el amor que nunca acaba.
Oh ven conmigo, amor de mis amores,
y una sola serán nuestras dos almas,
en el camino encontraremos flores,
en el desierto encontraremos palmas.
Ven, la dije, y entremos, alma mía,
de la existencia por la senda oscura;
yo seré tu sostén y tú mi guía,
repartamos la miel y la amargura.
Ven; contigo, ¡qué diáfana la vía!
¡Qué importa que sea larga la jornada,
qué la lucha sin tregua, si eres mía,
qué la sombra, si tengo tu mirada...!
Y vino, ¡cuán felices nos sentirnos,
cuando ella, coronada de azahares,
entró conmigo al templo, y recibirnos
la bendición de Dios en los altares!
Y fue mi hogar tranquilo, santo y puro,
fresco oasis en medio del desierto,
asilo contra el mal, noble y seguro,
contra las recias tempestades, puerto.
Mas yo ignoraba que un arpón la suerte
tenía guardado para el pecho mío,
y en hora aciaga desató la muerte
su soplo helado, misterioso, impío.
Y hoy en la noche del dolor me pierdo,
abrojos hallo do mi pie carnina,
dondequiera que miro, hallo un recuerdo,
dondequiera que piso, hallo una espina.
Y solo con su llanto el alma mía,
el hondo abismo de su pena mide,
paréceme que escucho cada día
su voz que me acaricia y se despide.
Diego Uribe