VIENE...
Blandos preludios,
Nievan orquídeas opalinas, pálidas;
Lánguidos lirios soñolientos riman
Estrofas perfumadas.
Hay roces blancos, leves,
Hay notas leves, blancas...
. . . . . . . . . . .
Viene... es ella, es mi musa,
La suave niña de los ojos de ámbar;
Es mi musa enfermiza: la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
Es pálida, muy pálida, en sus ojos
Bate el Enigma sus pesadas alas;
En las cadencias de su blanda marcha
Los misterios desmayan...
Es la musa enfermiza, la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
. . . . . . . . . . .
Viene... no trae lira
La suave niña de los ojos de ámbar...
Ella canta sin lira,
Mi dulce musa extraña!
Sus lánguidos arpegios,
Sus vibraciones de pasión, arranca,
Con angustias que crispan,
¡A las fibras sensibles de su alma!
. . . . . . . . . . .
¡Ven, canta, canta!
¡Oh, mi musa enfermiza!
¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña!
Delmira Agustini