SILVA
Sale Febo bordando de oro y grana
Las playas del Oriente,
Su púrpura esplendiente
Lumina el rosicler de la mañana,
Ostenta su teloro,
Despliega todo el oro,
El penacho descoge matizado,
Tiñe de luz el floreciente prado,
Y relumbrante el día
A la campaña viste de armonía,
Y a penas breve espacio ardiente sube;
Cuando niega su luz obscura nube,
Los fulgores sepulta de su coche,
Siendo la nube anticipada noche,
Que saliéndole al paso,
En el Oriente le labró el Ocaso.
Nace la Rosabella,
Que es flor del cielo, si del prado estrella
Rompe el botón que la embebió ajustado
Sale purpúrea exhalación del prado,
Siendo el rojo color, por las heridas,
Que le dan sus espinas repetidas,
Pompa al fin de las flores,
Esmalte a sus colores
La toga verde del abril colora,
Bebiendo el dulce llanto de la Aurora
Y porque más no viva,
Corta la mano altiva,
Marchita su esplendor, y en un instante
La luz apaga de coral fragante,
Y en el primer anhelo de la vida
Del ramo desunida
Ostenta ya eclipsado
Lo lustroso del círculo encarnado.
Tú docto Montalbán, Febo naciendo,
Y rosa amaneciendo,
Apenas estrenaste la luz pura,
Apenas descubriste la hermosura
De tus versos divinos
De estudiosos Conceptos peregrinos,
Cuando muerta beldad, difunta llama,
De la vida se pasan a la fama;
Dejando, ¡oh triste hado!
Sin luz el orbe, sin belleza el prado.
Sin matiz los colores,
Sin fragrancia las flores,
Postradas, y confusas,
Sin su galán las Musas,
Sin su dulzura el Néctar de Pegaso,
Sin adorno el Parnaso,
Sin vida lo elegante,
Sin alma lo lucido, y lo galante
Sin su risa las fuentes,
Sin riqueza los astros esplendientes,
Sin sus libreas Flora,
Sin dulzores la Aurora,
Las voces sin acento,
Todo sin vida, nada con aliento.
Cristóbal de Monroy y Silva