DEL MISMO GLOSANDO LOS MISMOS PIES
Es mi esposa, padre mío,
envidia del mismo sol,
como luciente arrebol
da horror al tridente frío;
es prisión de mi albedrío
cuya beldad singular
muestra, dando asombro al mar,
gloria al mundo, luz al aire,
valentía en el donaire
y donaire en el mirar.
Ostentan bellos despojos
sus labios particulares
aljófares a millares
y diamantes a manojos.
El esplendor de sus ojos
Diana envidiando está,
su beldad, que afrenta da
a la madre de Cupido,
quien como ella lo ha tenido,
quien como ella lo tendrá.
Aves, animales, montes,
alabar su hermosura
noble, casta, honesta y pura,
gloria de estos horizontes;
dar pudiera a mil Faetones
incendios su fuego ya,
que nescio preguntará,
si ve sus luces y fuegos,
gustosos desasosiegos
¿en el valle quién los da?
Al fin es mi esposa quien
adora mis pensamientos,
quien aprueba mis intentos,
quien adora sin desdén,
quien porque con luces den
da a los astros claridad,
quien dedica su beldad
a mi amor, que eterno viva,
quien la libertad cautiva,
quien roba la libertad.
Cristóbal de Monroy y Silva