AL MAESTRO
A Enrique González Martínez en su octogésimo aniversario
Saqué del agua la profunda estrella.
Y mi pecho saltó, y el agua herida
se obscureció como niña escondida
y el dedo silencioso que la sella.
Y el agua sin su seno de doncella
secó los ojos que la luz olvida,
y la estrella en su noche desmedida
en las noches más íntimas descuella.
El agua sin la estrella cayó al pozo,
y ojo de prolongado calabozo
salvó en la sombra su ceguera clara.
Porque la estrella que saltó a tu pecho
dio a los cielos que llevas en la cara
profundo campo y elevado techo.
1951
Carlos Pellicer