ELEGÍA DE LA ROSA
Para Dalita
«...sueño de nadie bajo tantos párpados...»
Rilke
Nací en Heinrichsgasse 19 de la vieja Praga,
en alemán y en francés.
Míos fueron el Puente Carlos y el Moldava,
el Barrio Latino y el Sena después.
Y fueron míos la poesía y el arte
de Cézanne a Mallarmé.
Fui un místico aventurero
de los sueños y el placer,
Clara Westhoff, Vera-Ouckama
y la dulce Lou Andreas-Salomé.
Sin hablar trabajábamos
día a día en el taller.
A golpes de cincel ella amaba a Rodin.
Él sólo amaba el cincel.
Yo cortaba rosas y elegías
para Camile Claudel.
Aquellas tersas manos
llanto tallaban, el vuelo, el aire y la sed,
como el bronce las rudas manos de él.
Yo en sueños evocaba a Clara, Vera y Lou,
pero no las podía ver:
tan sólo rosas soñaba
y sonetos para Camile Claudel.
Sueño de nadie bajo tantos párpados,
ella sólo le pertenecía a él.
Un día corté una rosa
para la mujer
que amaba hasta el delirio
sin nada esperar y todo merecer.
Se hundió en la carne la espina,
la rosa comenzó a arder.
Era tan grande el dolor
que no me podía doler.
Yo era la espina y la sangre,
moría de amor o de sed.
Yo amaba a Camille Claudel.
Ella murió su propia muerte.
Lo amaba hasta enloquecer.
De su sólo dolor amortajada,
la rosa no lo podía creer.
Rodin la amaba y la odiaba.
Yo amaba a Camille Claudel.
En la alta iglesia gótica
la enterraron cerca al taller.
Yo seguí viviendo sólo
para cantar a Camille Claudel.
Que los dioses me condenen.
Otro amor así no podrá haber.
Entrego mi alma a Mefistófeles
por en sueños volverla a ver.
¡Rainer María Rilke quiso
morir de amor por Camille Claudel!
Bogotá, agosto, 2002.
Belisario Betancur