MAYÚSCULA SEGUNDA
LAS VOCES DEL CAMINO
¡Blasfemo, no has oído la voz de este rumor:
voz de las hojas verdes — voz de Nuestro Señor!
Mayúscula Segunda: Los caminos son venas
con sangre del sonido: rumurosas colmenas
para una miel sagrada: La fiebre del acento
que se enciende en las cosas por la magia del viento.
Y tanto, por las voces, se eleva el peregrino,
que parece una escala de Jacob, el camino.
Rumor de la hoja verde, silencioso rumor:
No hay cosa en este mundo que tenga voz mejor.
Blasfemo, no has oído la voz de este rumor:
¡Voz de las hojas verdes — voz de Nuestro Señor!
Voz de las hojas secas, murmuras en mi oído,
recuerdos imposibles de un amigo perdido.
Tienen las hojas secas, magna filosofía
que dice: Yo soy como la flor de Antipatía.
Con estas hojas secas de increíble color
se enciende la nostalgia de mi escondido amor:
¡Voz de las hojas verdes, silencioso rumor
voz de las hojas verdes — voz de Nuestro Señor!
¡Esmeralda esperanza, luz de piedras preciosas,
contra las hojas secas, lágrimas de las cosas!
Caminos rumorosos — En la hacienda inmediata,
los perros y los gallos dan voces escarlata,
sobre este gris rosado, sobre este verdemar,
sobre este azur profundo bañado en azahar.
Los perros y los gallos, coplas de Arte Mayor,
sobre las hojas verdes, coplas de Arte Menor.
Los perros y los gallos tienen su simbolismo:
Tal vez son la tremenda voz del Bolscheviquismo.
¡Que ladre la amenaza contra la tiranía!
¡que saluden los gallos con clarines al día!
¡Y que oigan temblorosos, los Estados Unidos,
del gallo los clarines, del perro los ladridos!
Los perros y los gallos publiquen la sentencia
proclamada en «Anarkos», por Guillermo Valencia:
«Y de sus labios tiernos, relámpago imprevisto,
oímos la suprema palabra: Jesucristo».
Pero, en este camino de antífona callada,
los perros y los gallos que no me digan nada.
¡Rumores silenciosos de apacible color:
Voz de las hojas verdes, voz de Nuestro Señor!
Junto a las grandes aguas del silencio profundo,
¡que se levante el árbol de mi canto segundo!
Temeroso el lagarto se dispone y se arroja,
y avanza y retrocede al rodar de una hoja.
Y reza en el camino, con furtivos recelos:
sólo es para los pobres el Reino de los Cielos.
Los pobre, humillados bajo los poderosos,
vienen por el camino con pasos recelosos.
Hasta que se oiga, en día de eterno resplandor,
la voz de la Justicia, voz de Nuestro Señor.
Y al deslizarse dicen hormigas y gusanos:
somos los escondidos Terciarios Franciscanos.
Las legas del convento, los criados, los porteros,
últimos para el mundo, para Dios los primeros.
Humildad y silencio: Los mínimos queridos
dicen sobre el camino los mejores sonidos:
Los que, sobre la cumbre, salieron de sus labios,
sus tiernos, sus divinos incomparables labios.
Y hasta aquellas criaturas que ignoran el sonido,
dan voces de penumbra para el sexto sentido.
¡Quisiera ser un árbol, un árbol sin pecado,
para escuchar tus voces, Silencio consumado!
Humildad y silencio: ¡Seré como Aladino,
y abriré tus silencios, encantado camino!
¡Y escucharé temblando la voz de tu rumor:
voz de las hojas verdes — voz de nuestro Señor!
Huyendo de los hombres, yo voy por los caminos,
poniendo voces de árbol en mis alejandrinos.
Azarías H. Pallais