A CENOBIA
(EN SU DÍA)
I
Quiero pulsar la lira temerario,
aunque falte a mi lira inspiración;
quiero cantar, mujer, tu aniversario;
quiero pedir al entusiasmo voz.
Quiero elevar, cual humo vagaroso,
mi pobre acento hasta el excelso tul,
donde reside el Ser que generoso
te colmó de belleza y de virtud.
Que cándida cual pecho de paloma
blanquísima, cual flor, eres, mujer;
es la virtud tu virginal aroma
que las auras impregna del Edén.
Por mostrar el Eterno su belleza
te hizo bajar al mundo baladí,
coronada de luz y de pureza,
más que mujer alado serafín.
II
Y desprendiendo tu vuelo,
arcángel humanizado,
dejaste un brillante cielo
para servir de consuelo
a quien gime desgraciado.
Cuando un alma acongojada
siente la luz de tus ojos,
se ve al punto consolada,
que tu angélica mirada
vuelve flores los abrojos.
¿Viste al astro matutino
espejar la omnipotencia
del Dios que rige el destino?
así en tu mirar divino
se refleja tu clemencia.
Yo, en mis horas de tormento,
cuando el ánima agitada
entregaba al desaliento,
olvidé mi sufrimiento
al fulgor de tu mirada.
Yo, Cenobia, he comprendido
de tu alma la excelsitud;
tú mi noble amiga has sido,
y (por eso, agradecido,
hoy te canta mi laúd.
III
Y ruega a Dios, que bárbaro destino
nunca enlute tus horas venturosas,
que huelles en tu plácido camino
púdicas, frescas y fragantes rosas.
Que tu Edén encantado de ilusiones
alumbre el sol, mujer, en lontananza,
y que brille entre cándidos crespones
la inmaculada luz de la esperanza.
Antonio Plaza Llamas