UN CANTO A BOGOTÁ
I
¡Oh Bogotá, del mundo americano,
Cerebro soberano,
Que del ídolo vil quemaste el solio,
Y junto a la pagoda miserable
La fuerza de tu sable
Los cimientos trazó del capitolio!
II
Si me llevan a enterrar
y m'echan una baraja,
juego la caja y la cruz,
juego el cristo y la mortaja.
III
Aprendan, flores de mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui
y hoy sombra de mí no soy.
IV
Antenoche cayó Elvira
y cayó de para atrás,
que no se ponga tan brava...
cayó como las demás.
V
Ah malhaya quien tuviera
plata como los Pombales:
lo que no tienen en plata
lo tienen en animales.
VI
Trove, trove, compañero,
dicen que usted es poeta
y lo creo, pues se ve
que no tiene una peseta.
VII
Te desprecio, feísima hotelera,
por avara, por sucia y por ladina,
porque quieres sacar de una gallina
los tesoros que un rey ni en sueños viera,
y lo que en un año produce una gallera.
VIII
Me voy de tu tenducha porque quiero,
porque soy mío y me costó mi plata,
y porque esta mañana, vieja ingrata,
te vi limpiar un plato en el bolero
de tu mugrienta y asquerosa bata!
IX
Contéstame, Salvo Ruiz,
que te voy a preguntar:
¿Cómo pariendo la Virgen,
doncella pudo quedar?
X
Me río de la medicina y de los médicos.
Ciencia empírica, ciencia inútil,
ciencia vana, ciencia estúpida.
Desde Hipócrates y Galeno,
hasta Pasteur...
no han sido capaces de descubrir
un remedio contra el guayabo;
más inteligentes los antioqueños,
que sabemos que un guayabo se cura
con carne asada, cerveza y ají.
XI
¡Ha muerto Núñez el del Cabrero
abogado en lo civil
que abran las puertas del cielo
y escondan las once mil!
XII
Oh salutaris Néctar
Tienes esa divina transparencia
de los frágiles vasos bizantinos
y el gusto sin igual, de los genuinos
y sabios filtros que inventó Florencia.
Tienes también sutil reminiscencia
de sápidos licores palatinos
y tienes al igual que añejos vinos
la virtud de que embrujas la conciencia.
Eres el dulce néctar de los dioses
sacro Nepente genitor de goces
que repudian la beata y el tartufo.
Lo tienes todo para ser perfecto
pero sufres en cambio de un defecto
porque el mundo es así: te mata el tufo.
XIII
Inés
Siempre Inés dijo que no.
Pero... al fin, de un conde ardiente
al amor condescendió...
Meses después se notóque estaba con-
descendiente.
XIV
Tú, que eres bella entre las bellas,
aunque esto te cause enojos,
vendes Brandy cinco estrellas:
tres, que están en las botellas
y dos que tienen tus ojos.
Antonio José Restrepo