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MADRIGAL PARA CANTAR ACOMPAÑÁNDOSE DE SARTENES

En la tu carne rosada
de castísima señora,
fulge, ¡oh, límpida albacora!,
luz de salar y alborada.

Fragante dama enlutada,
un joven sol condecora
la planicie de tu eslora,
con guiños de joya alada.

Ciega manejas tu espalda,
donde la muerte labora;
y eres tranquila pastora
de la luna de esta rada.

autógrafo

Andrés Sabella


«Pueblo del salar grande» (1954)

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