HIMNO EN LA CORDILLERA DE LA COSTA
¡La piedra! yo quiero cantar la piedra:
¡oh, madre oscura, mía, repartida!
Cuando mi amor la toma y acaricia,
en la mano me queda, pura y tibia,
la forma tenebrosa de la Tierra.
La piedra es flor dormida en su tristeza,
espuma de la Muerte, grave harina.
Tal vez, la piedra sea una sonrisa:
la del silencio puesto de rodillas,
levadura de rabias y osamentas.
La piedra en cuajos, como fruta seca,
o en multitud de inmóvil fantasía,
recuerda al hombre su raíz marchita:
¡ella —la piedra— mendicante o cima,
siempre es una más allá de sementeras!
Andrés Sabella