TRILOGÍA
3
DE LAS MONTAÑAS
Una serpiente de luz se despereza y salta y remonta las cascadas con su verde brillo de mediodía pleno y transparente.
Un inmenso caballo se encabrita en el cielo y tapa de pronto el sol. La sombra recorre vertiginosamente la tierra y opaca las carreteras por
donde transitan camiones cargados de café y especias y lanas y animales.
Torna la luz con renovadas energías y el reptil comienza su ascensión por aguas privilegiadas. La voz de los hombres, sus
mezquinos deseos, las más oscuras habitaciones, participan generosamente de la opulenta claridad.
La sombra no tiene ya más refugio que las solitarias graderías de los estadios o las vastas salas de los hospitales
de caridad o el torpe gesto de los inválidos.
Un pájaro que viene de lo más alto del cielo es el primer mensajero de la desesperanza. Un ojo gigantesco se abre para vigilar el
paso de los hombres y ya la luz no es sino un manto obediente que esconde la miseria de las cosas.
En los patios se encienden hogueras con hojas secas y grises desperdicios.
El humo reparte en la tierra un olor a hombre vencido y taciturno que seca con su muerte la gracia luminosa de las aguas que vienen de lo más oscuro de las montañas.
Álvaro Mutis