LAS SOMBRAS
No se mudan de sombra los laureles.
Desnudos por el sol, dejan caídas
hasta el sueño sus túnicas delgadas
y sin sacar los pies de ese ropaje
a vestírselo vuelven noche a noche.
Sobre el brillante césped extendidas
esas islas de sombras sólo esperan,
para alzarse a cubrir troncos y ramas,
que el sol se oculte tras el horizonte
o que las nubes lleguen, levantando
el hábito invisible hasta las copas.
Manuel Altolaguirre