EL MAR
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar al espejo
providencial de la muerte,
ahí están nuestros recuerdos
mostrándonos lo que fuimos
y para siempre seremos,
cristal donde nuestra alma
al desnudarse del cuerpo
revivirá lo vivido
en las prisiones del tiempo,
en cuyo horizonte claro,
superficie de lo eterno,
las tres potencias del hombre
abarcarán en sus términos
la niñez, la adolescencia,
la juventud y el invierno.
Este reloj de la muerte,
es no verse, es estar ciego,
con la memoria perdida,
nublado el entendimiento,
sin voluntad caminando
volubles desconociéndonos.
Manuel Altolaguirre