CAPITÁN
(A la memoria de un patriota que no pareció serlo)
Capitán en la mar fuerte,
en el gris de anubarrados horizontes
presagiando sus alertas.
Cuando el miedo iba prendiendo en cada mecha
el amago de los pánicos veloces,
Capitán, con qué serena laxitud
desplegaste el varillaje
de tus alas gigantescas
planeando tus alientos
sobre turbas temerosas.
¡Sembrador de los sosiegos!
Mano dulce, mano hermana,
tu cerebro en corazón...
suave derramar de óleos
sobre un nacido escozor.
Capitán en las borrascas,
voz de mando sobre el puente;
«Largad velas», «Mar afuera»,
y el chirrido de las jarcias,
el crujir de los maderos,
el gemido de las velas,
el abrirse los abismos,
el surgir sobre las crestas,
el barrido de las olas,
y tu faz sacrificada en las miradas
de la angustia de tus hombres...
y las horas, y las horas, y las horas,
embriagadas de borrasca
alargándose en la muerte.
De repente... el clarín de tu palabra:
«Firmes todos, resistid que viene el alba».
Y un murmullo sobre el viento:
Ya amanece, ya amanece, ya amanece.
Mano sabia, mano experta,
tu cerebro luchador
soslayando los flagelos
de la déspota invasión.
Capitán en el ciclón devastador,
la mirada en las alturas,
brazo fiel sobre el timón,
y en ausencia de la luz,
sin estrellas y sin faros
y sin nortes y sin rutas,
tu corazón, capitán,
sexto sentido en la noche,
tu corazón de radar.
¡Y el latido de un aliento que sostiene!
Mano dura, mano audaz,
tu cerebro esgrimidor,
para asestar la palabra
sobre falacias sin Dios.
Capitán, marinero capitán,
despreciador de aguas dulces,
de lagunas en quietud
y de cerradas bahías.
Bandera roja y azul
sobre el blancor de las nubes,
tres estrellas para el alba
y en el día, arriba el sol,
ésta es la enseña tatuada,
marinero,
sobre tu pecho señor...
regusto de viento y sal,
alma abierta en la alta mar.
Bajo tu mirada oblicua,
¡qué oculto tu avizorar!;
bajo cenizas pisadas,
¡qué amplias llamas contra el mal!
Tú supiste navegar
las montañas encrespadas de las aguas,
y has sabido mantener
tu navio vertical,
cabalgando sobre el lomo
de las olas desbocadas.
Tú supiste, capitán,
presentir acantilados y arrecifes,
y has sabido maniobrar tu marcha atrás
desollándote en virajes,
y fingiste claudicar
entregando como rehén toda tu hombría,
con la hombría aún más excelsa
del viril renunciamiento,
por salvar casco, velamen y bandera
del navío de tu mando,
y a través de una escollada oscuridad
conducirlo hasta su anclaje
en la rada del honor
y el peñón de la más firme conquistada libertad.
¡Capitán!
Estallamos una salva
de irrumpidos corazones,
que lanzamos
en cohética ascensión
hasta el místico lucero
de tu paraíso astral;
diadema para tu frente, escabel para tus pies,
fulgencias para tu nombre.
Tu nombre, gloria y corona...
¡Capitán!
¡Laureado seas con él!
Adelina Gurrea