NOCTURNO EMBRUJADO
La modorra del viento ha clavado el paisaje
sobre el cuadriculado del blanco mirador:
la quietud silenciosa de la noche en anclaje
encierra en las vidrieras la sombra de la flor.
Un marasmo absoluto paraliza la hora;
ni un insecto, ni un ave, dan su voz a la luna,
el jardín desmayado calladamente llora
su inercia reflejada por fingida laguna.
¿Dónde está el corazón de la brisa nocturna,
y dónde su latido que ensueña el plenilunio?
Se han quedado en la sombra sepulcral de una urna
sellada con sopores de la noche de junio.
Una noche irreal, una noche sin alma
ahogando las voces de la esquila y del viento;
una noche tan muerta en su manto de calma
que ha parado hasta el pulso del viril sentimiento.
¡Ay la noche dormida, ay la noche medrosa
bajo la luz marfil de la luna en creciente!
Se olvidó de acunar un ensueño de rosa
y el inquieto pavor nos infiltra y nos miente.
¿Qué preludio, de qué aquelarre eres, noche?
¿Qué conjuro infernal encandece tus labios?
¿Y de qué exorcismo fantasmal eres broche?
¿Con qué gnosis te vistes que la ignoran los sabios?
O eres sólo una noche en hipnosis cautiva
expiando el pecado de pasadas locuras
cuando, cómplice vil, a la virtud esquiva,
arropabas lascivias en tus horas obscuras.
Enigma indescifrable de los signos del cielo,
misterio de ese mundo invisible y sellado...
Sólo sé que también has frenado mi vuelo
y has dejado mi espíritu en tus fondos anclado.
Adelina Gurrea