EL MORIBUNDO
CANCIÓN
Dulce virgen, que al mundo naciste
Para hacer mi ventura en el suelo,
Hoy que el alma domanda consuelo
¿Por qué, Laura, no escucho tu voz?
Si a morir en tu ausencia, bien mío,
Me condena el Señor irritado,
Llegue, al menos, en llanto mezclado
A tu oído mi lúgubre adiós.
De la vida el hechizo inefable
Ya destroza dolencia inclemente:
En delirio abrasada la mente
Ve terribles fantasmas cruzar.
Una voz, del infierno nacida,
«Ciego, —dice—, murió tu esperanza;
El poder del humano no alcanza
A librarte del hado fatal».
Mezcla airada la muerte mis dichas
Al licor de su copa sangrienta,
Y su lívida mano presenta
El veneno que es fuerza apurar.
¡Ah! tú solo, bien mío, la calma
Volver puedes al pecho angustiado.
¿Por qué tardas? Tal vez ya borrado
De tu seno mi amor estará.
Moriré como lirio en el yermo
Que deshoja sañudo pampero,
Y en mis labios el ¡ay! postrimero
Será, Laura, un suspiro de amor.
Cuando suene, en la tarde serena,
La campana que a orar nos convida;
Por mí eleva plegaria sentida
A la esposa del almo Señor.
Abril de 1840.
Adolfo Berro