MOISÉS SALVADO DE LAS AGUAS
(IMITACIÓN DE VÍCTOR HUGO)
«¡Compañeras, al baño! alumbra el día
la cúpula lejana;
duerme en su choza el segador, y enfría
las ondas la mañana.
»Menfis apenas bulle; hospedadora
nos da la selva abrigo;
y, tendremos, amigas, a la aurora
por único testigo.
»De Faraón, mi padre, el jaspeado
palacio al mundo asombra;
a mí del bosque el pabellón, del prado
me agrada más la alfombra.
»¿Qué son las fuentes en que el oro brilla,
y el mármol de colores,
a par del Nilo, y de esta verde orilla
esmaltada de flores?
»No es tan grato el incienso que consume
en el altar la llama,
como entre los aromos el perfume
que el céfiro derrama.
»Ni en el festín real me gozo tanto,
como en oír la orquesta
alada, que esparciendo dulce canto
anima la floresta.
»¿Veis cuál se pinta en la corriente clara
el puro azul del cielo?
El cinto desatadme, y la tïara,
y el importuno velo.
»¿Veis en aquel remanso trasparente
zabullirse la garza?
Las ropas deponed; y al blando ambiente
el cabello se esparza.
»¡Ea! trisquemos en el fresco baño,
alzando blanca espuma...
Mas ¿qué objeto descubre tan extraño
la fugitiva bruma?
»Mirad: enfrente al sicamor sombrío,
que verdes arcos tiende
sobre la playa, un bulto por el río
lentamente desciende.
»No temáis: de una palma el tronco anciano,
que en demanda navega
de las altas pirámides, liviano
sobre las ondas juega.
»¿O es de Hermes por ventura el carro leve?
¿O es la concha divina
de Isis, que con suave aliento mueve
la brisa matutina?
»¿Qué digo? es tierno niño, que en ligera
barca duerme al sereno
arrullo de las olas, cual pudiera
en el materno seno.
»Arrastra el Nilo la flotante cama,
cual nido de avecilla
que arrebatado hubiese a la retama
de su silvestre orilla.
»¡Qué de peligros corre a un tiempo mismo!
¿Cuál puerto de salud
lo aguarda? ¿Mece el proceloso abismo
su cuna o su ataúd?
»¡Los ojos abre, hijas de Menfis! llora
¿Pudo una madre, ¡oh
cielo!,
al agua abandonar devoradora
el hijo pequeñuelo?
»Tiende los brazos, ¡ay!, cual si supiera
su malhadada suerte;
y son frágiles cañas la barrera
que presenta a la muerte.
»Es de la raza de Israel, sin duda,
que mi padre sentencia
a proscripción... pero ¿qué ley sañuda
proscribe a la inocencia?
»¡Pobre niño! su llanto me conduele;
a su madre afligida
sucederá otra madre; salvarele;
me deberá la vida».
Ifisa hablaba así, joven princesa;
y dócil al consejo
de la piedad, acometió la empresa;
y el juvenil cortejo
A la virgen, que presta se adelanta,
de confïanza llena,
sigue, estampando con ligera planta
la movediza arena.
Semejaba, depuesto el blanco lino,
revolando las blondas
madejas por el hombro alabastrino,
la hija de las ondas.
El blanco pie con círculos de plata
el espumoso río
le ciñe; y ya a las olas arrebata
el pequeño navío.
Palpita con la carga que suspende,
alegre y orgullosa;
y en sus mejillas el color se enciende
de la temprana rosa.
Bullente espuma hendiendo, que se irrita
y la presa reclama,
el peso que la agobia deposita
sobre la verde grama;
y del recién nacido alegremente
cercan todas la cuna;
y sonrïendo, la asustada frente
le besan una a una.
Mas ¡oh tú, que de lejos a tu hijo
por la playa desierta
seguiste desolada, el rostro fijo
en su carrera incierta!
Llega; el hinchado seno da al infante;
tu llanto ni su risa
revelarán en ti la madre amante,
pues aun no es madre Ifisa.
En los brazos maternos, rocïado
con lágrimas de duelo
y de gozo a la par, dulce cuidado
de la tierra y del cielo,
El pequeño Moisés iba seguro;
de Faraón crüel
hospeda el regio alcázar al futuro
caudillo de Israel.
Y ante el trono de Dios, la faz velada
con las alas, el coro
que ve a sus pies la bóveda estrellada,
pulsaba liras de oro.
«Alégrate, Jacob, en el asilo
de tu destierro (el canto
así sonaba), y no al impuro Nilo
se mezcle más tu llanto.
»El Jordán a sus campos te convida;
te oyó el Señor;
Egipto
marchar verá a la tierra prometida
tu linaje proscripto.
»Ese niño que virgen inocente
salvó de olas y vientos,
es el profeta del Horeb ardiente,
rey de los elementos.
»Humillaos, mortales insensatos,
que al Eterno hacéis guerra;
he ahí el legislador, que sus mandatos
promulgará a la tierra.
»Cuna humilde, baldón de la fortuna
juguete del profundo,
ha salvado a Israel; humilde cuna
ha de salvar al mundo».
Andrés Bello
Incluido en Poesías Andrés Bello; prólogo de Fernando Paz Castillo, en www.cervantesvirtual.com