TIERRAS DE NADIE
Oíd el canto dulce de las tierras de nadie.
Tanta belleza es cierta, viva, sensual, sencilla;
no obstante todo aquí habla de otras tierras más dulces,
todo es aquí presencias y hablas de maravilla.
Dispútanse las hojas cada cual susurrando
tener un más hermoso país ignoto y verde,
y las nubes, se dicen, sedosas resbalando:
aún más bello y dulce otro país existe.
Y unas aguas oscuras que casi no se escuchan
pretenden que su vago país aún más dichoso
es, que los ilusorios países de la nube.
¡Oh presencias aquí de arrulladas orillas!
De noche, las estrellas murmuran: somos hojas
de celestes follajes, y en acordados ritmos
cada hoja se mece al son de alguna estrella,
en estos cielos vivos de las tierras de nadie.
En estos cielos vivos de las tierras de nadie
hay tanto vuelo ágil, tanta pluma irisada,
que es como si los pájaros fueran aquí más libres,.
que es como si esta tierra fuera tierra de aves.
Cielos abandonados a las nubes y al vuelo,
melodiosos de alas que en el trino las abren,
y a las algarabías vegetales que llaman
las lentas nubes blancas de las tierras de nadie.
Tierras, tierras de nadie, oh tierras sin caminos
que aún no oís el ritmo de la humana tonada,
la dulce y suave y honda tonada de las bocas
rojas, la flecha leve que ató toda dístancia.
Aurelio Arturo