LA BONDAD DE LA VIDA
Una humilde verdad como descanso,
un silencio apacible, un libro amado:
todo sabido y todo recordado,
un diario despertar aldeano y manso.
No la congoja inútil, si no alcanzo
el placer en racimo madurado;
para mi boca, el beso enamorado,
y a mi faz, el espejo del remanso.
Así la vida, la bondad suprema
como el aroma azul de la alhucema
en la alcoba frugal, de sombra inerte.
Cerrar los ojos con la tarde amiga,
y acostumbrarlos para que se diga
que ya cerrados los halló la muerte.
Xavier Villaurrutia