REFLEJOS
A Enrique Díez-Canedo
Eras como el agua
un rostro movido, ¡ay!
cortado
por el metal de los reflejos...
Yo te quería sola,
asomada a la fuente de los días,
y tan muda y tan quieta
en medio del paisaje móvil:
húmedas ramas y nubes delgadas.
Y sólo en un momento
te me dabas mujer.
Eso era cuando el agua
como que ensamblaba
sus planos azules,
un instante inmóvil,
para luego hundirlos
entre rayas blancas
de sol, y moradas.
¡Ay como si alguien
golpeara en el agua,
tu rostro se hundía
y quebraba!
¡Ay, como si alguien
me hundiera el acero
del agua!
Xavier Villaurrutia