GUERRA 2003
Era domingo y primavera,
el sol movía sus telares
para la última representación.
Las aves del retorno
apresuran el latido de las sombras.
Y el amor se apoderaba de todas las alcobas.
El estampido del aire
quebró los cristales de la luna
y me sentí roto.
Los hombres declaraban la guerra
a la Tierra, al Cielo, a Dios, y a las palomas.
El gran estrépito golpeó los corazones
de las doncellas dispuestas para el amor
y entre los grumos y las lágrimas
ocultaron su espanto las hormigas.
La guerra. A la niña recién aparecida
como un vómito del cielo
se le abre el vientre
y comienza a parir escorpiones.
El aire me acuchilla los ojos.
Sangro llanto.
Ya es la guerra.
Quedan abolidos los espejos.
Sobre la tierra en llamas escupo sangre.
El cielo se contrae y se reduce
el ámbito sagrado
para la paz y la palabra.
Alas de lumbre surcan los cielos
cuando la niña violada recupera
el color de la sangre.
El portavoz de Dios
renuncia a la esperanza.
La guerra suena a corazón batiente
y yo busco en la espesura
de tantos muertos
aquel que fui
antes de que los testigos
de los dioses spoesitaran
en mi sangre el sabor del óxido
y la huella
de tantos caballos muertos
sobre las amapolas.
Victoriano Crémer