FORMENTOR (CARTA A CAMILO JOSÉ CELA)
¡Formentor! La palabra se diría
al eco largo
de un dorado trueno
de luz. Los pinos variantes,
masa hirviente, pero frescor purísimo.
Cubren al hombre y lo reposan
bajo
el verde original.
Yo que un día intenté cantarlo,
solo por adivinación
hallé penumbras del brillo primigenio
y torpe induje
la ley primera, y la toqué presunta.
Pero hoy, en esta linde
donde el mar se confunde
con la palabra que lo nombra
voy por la margen tersa
y desvarío, con pie descalzo,
y oigo esos azules, y miro esos rumores
lavadísimos
y estreno luz con mis cansadas sombras.
Al fondo otra bahía. Allá, engolfada,
Pollensa. Aquí
los pinos jóvenes difieren,
trepan ligeros, huyen
de la espuma. ¿O son espuma erguida,
en verdes
frescos, rumbo a la cima
donde salpicasen?
Ah, novedad
sin mácula.
Por todas partes juventud del mundo.
Fiesta hace el ser y viva, viva
dice, grita,
y la sonrisa extensa se despliega,
son unos dientes
blancos
o totales, y se oye al fondo
risa de un dios, infante entre las olas.
Envío:
A ti, Camilo,
que en este borde
pusiste un ramo de amistad que palio
fue para todos,
mando una astilla
del recuerdo, apenas una brizna
del haz de hierbas frecuentadas,
entre gotas de mar luces pisando.
Acógela en tu isla y ruede,
ruede,
hasta el confín de Formentor
redondo.
Vicente Aleixandre