DOS CAMINANTES (AMPARO Y GABRIEL CELAYA)
El quieto allá, entre máquinas.
Y ella pasaba justa, con su cuerpo preciso, en calle clara.
Día a día la luz, al fondo el monte verde, y mar, mar o su son;
suprema limpidez, la espuma al lejos.
Si luz y sombra se confunden, únicas,
en la penumbra enamorada, y brillan,
su resplandor se vierte y, más, se rinde, ondea
cuando sobre las piedras vivas queda a solas.
Pero aquí luz y sombra una tarde de abril bóveda dulce hicieron,
no helor, mas halo o nimbo.
Como el sol cuando cae y las cosas brillar se ven: la luz emana de ellas.
Así él pasó y ella quedó, o fue a la inversa, y, juntos,
como el sol en la luz, sus sombras fueron.
Poco a poco la vida, como una mano les extrajo y puso
donde hubieran de estar, y allí se miran.
A veces un error es vida en tera;
a veces una luz u olvido pasa
y restablece el ser, que nace y aún pregunta.
La misma voz responde, y es otra; o es otra boca
que con un beso acalla, y le habla el mundo.
Vivir es hacer más, como entender mirar
y ver. Las máquinas prosiguen,
p,ero su son cambió. Su aceite es cálido
como el sudor humano, y su correa quema
cual la piel de la mano que ahora tócala.
Al fondo Urgull o Ulía, montes que se harían seno
para nutrir al hombre que en las nieblas jadea.
La cuidad toda late como un cuerpo cansado.
Junto al humo y las fábricas tendido, y cae la noche.
Ella fresca como la flor, lozana al despertar,
y no al día: al vivir.
El, sentido, vivido, pero naciendo acaso,
más reciente a la vida: el hombre nuevo llora,
exige como el niño. Son azules sus ojos.
La verdad en las manos como una luz es ella
quien la ofrece, y él bébela. Beberla.es conocerla,
conocerse. Y él brilla, desde dentro. Y se callan.
La ciudad queda lejos. Lejos el mar. Hay mares
diferentes, abajo, y un camino de abrojos.
De la mano caminan por la llanura sorda bajo un sol calcinado.
Suben sierras, horadan cañadizos, vadean
arroyos, ríos calientes, llanto y sombra en los bordes.
Al fin juntos hoy llegan: de repente la mar,
los mares, los no-límites. Multitud: en ti súmense.
Vicente Aleixandre