QUINTO PAR
10
Vida
Hoy ese rostro tiene, en ese otro cuerpo, de hoy, donde le ves, los ojos
mismos. ¿Iguales? La barba no es prolija tampoco, acaso
un punto más atrasada en el cuido; su pelo,
negro tenaz, pero cediendo a alguna hebra de plata,
casi de luz que entrase.
Más suaves las arrugas, y también embebidas
en la barba muy leve, que alarga el rostro, en suspensión,
sereno.
Los ojos, ¿son los mismos? Menos severos, si más vividos,
más duraderos, como un querer,
en orden.
No exactamente en negro sus ropas. Ahora el color no atañe.
El ha vivido, quemádose en hacer, más que en mirar o en
sueño.
Trazó líneas, dibujó e hizo cálculos,
vertió carriles, abrió caminos para el hombre ciertos,
y acercó hasta él los frutos.
Con otros más acampó y sujetó el agua y la
expandió, y volvía
siempre después,
y siempre más: era un hacer, era un hacer,
el hombre.
Y ahora aquí, con los años, ahora este piso habita, y
alto sobre esta plaza
vivida. Y los días.
Si le miráis, no le veis ahora en pie, la mano sobre la mesa y
los ojos allá, muy más allá, en sus luces.
Oh, no, muy más acá, aquí, muy más
aquí, aquí,
en lo justo.
En el centro, el muy alto. Oh, no alto, él no es alto,
pero vive en tal planta, piso diez, piso doce, o bien quince: es lo
mismo.
En esa habitación su luz le da en los ojos, la luz vivida,
la vividera luz de la ciudad, común con todos.
El se llama... Ha vivido y amado, trabajado y creído,
ha sufrido, esperado, ha entregado,
entre otros.
Los ojos son oscuros, térrea un poco la tez, la frente es ancha,
casi perdida,
como sus pensamientos. Oh, no, sus pensamientos,
recogidos a diario, porque nunca para él; para él no
fueron.
Hacer, hizo. Pensaba,
y casi sin pensarlo,
que vivir es hacer. Hizo con todos.
Ahora aquí le miráis, en esa habitación, ni
mísera ni extensa.
Han pasado los años. Está de pie. Allí abajo,
la plaza grande. Y oye,
Olor de multitud. Hombres, mujeres, niños
pasan. Y en sus ojos, vividos, no cansados,
un sol, común, se esparce.
Vicente Aleixandre