LOS CIELOS
En medio de los mares y en las altas esferas,
bajo los cauces hondos de la mar poderosa,
buscad la vida acaso como brillo inestable,
oscuridad profunda para un único pecho.
Acaso late el mundo bajo las aguas duras,
acaso hay sangre, acaso un débil corazón no las mueve.
Ellas pesan altísimas sobre un pecho con vida
que sueña azules cielos desfallecidamente.
Robusto el mar se eleva sin alas por amarte,
oh cielo gradual donde nadie ha vivido.
Robusto el mar despide sus espumas nerviosas
y proyecta sus claros, sus vibrantes luceros.
Robusto, enajenado, como un titán sostiene
todo un cielo o un pecho de un amor en los brazos.
Pero no. Claramente, altísimos, los cielos
no se mueven, no penden, no pesan, no gravitan.
Luminosos, sin tasa, como una mar no baten;
pero nunca sonríen ni resbalan. No vuelan.
Cielos para los ojos son alas con sus márgenes.
Son besos con sus labios, o pozos beso a beso.
Son masa para manos que repasan la vida,
dura como horizontes que palpitan con sangre.
Son ese triste oído donde remotamente
gime el mundo encerrado en aire, en puro aire.
Pero los dulces vidrios que otros labios repasan,
dan su frío de vida, de muerte entre los soles.
Lo sé. Para los fuegos inhumanos, cristales
encierran solo músculos, corazones sin nadie.
Son soles o son lunas. Su nombre nada importa.
Son luz o nieve o muerte para los yertos hombres.
Vicente Aleixandre