CAVANGA
El tornado arrancó de cuajo la decoración,
y ya nadie baila el rungús,
torpe
pero sumisa
Gwendolyn.
Gwendolyn de los callejones
y las escaleras.
Gwendolyn bajo el mango tree.
Gwendolyn con su lengua de akí
lamiendo,
alisando
mis arrugas,
tiñéndome las canas;
aliviándome el lumbago con sus manitas tibias
como guijarros al sol;
y sus senos aromáticos, balsámicos;
y su pubis de ortiga;
y su pumpum
para jugar a caerme en sueños,
al latá,
al one-two-three
all-the-time-I-knew-where-you-been,
one-two-three-salga-de-ahí,
al no-sipibilit
y a otro juego, cuyo nombre
tengo en la punta de la lengua.
Tristán Solarte