FERVOR
El rugido inicial de los días. La extraña
cortesía de las flores, que agregan luz y sueño
al tibio malestar de ser mortales.
La nieve, sus medallones solo aclamados
por los niños que aún saben amar todas las caras
del frío. El vino duro. Su sabor a astillas muertas.
Las voces interiores que resisten refregadas
contra las fábricas profundas de la memoria
todavía. El sol, ese animal adormilado
en los atardeceres vidriosos del otoño.
¿Qué más?
La llegada imprevista
de los recuerdos como caballos sueltos, incapaces
de ser parados ya
Y el compás de los mercados su frutero vivo
rodando entre las manos. Y la suma felicidad
que vive sin saberlo en algunas canciones
compartidas de lejos. Y ciertos portales
que huelen como el alma mojada por el amor.
Y ciertas fechas que ablandan el curso
invertebrado y áspero del tiempo.
Y sobre todo seguir queriendo vivir en las orillas
de las cosas, donde no entrará jamás el aliento
del oro.
Y poco más, Y poco más.
Y ya.
Tomás Sánchez Santiago