SONETO
AL MISMO (A LA MUERTE DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DUQUE DE VERAGUAS)
II
Moriste, duque excelso; en fin moriste,
Sol de Veraguas claro y refulgente,
que apenas ilustrabas el oriente
cuando en fatal ocaso te pusiste.
¡Tú que por tantas veces te ceñiste
el desdén vencedor del sol ardiente,
apareciste exhalación luciente,
llegaste aplauso, ejemplo feneciste!
Moriste, en fin; pero mostraste, osado,
el valor de tu pecho no vencido,
de la propia nación tan venerado,
de las contrarias armas tan temido.
Moriste de improviso, que aun el hado
no osara acometerte prevenido.
Sor Juana Inés de la Cruz