SONETO
EN LA MUERTE DE LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA MARQUESA DE MANCERA
De la beldad de Laura enamorados
los cielos, la robaron a su altura,
porque no era decente a su luz pura
ilustrar estos valles desdichados;
o porque los mortales, engañados
de su cuerpo en la hermosa arquitectura,
admirados de ver tanta hermosura
no se juzgasen bienaventurados.
Nació donde el oriente el rojo velo
corre al nacer al astro rubicundo,
y murió donde, con ardiente anhelo,
da sepulcro a su luz el mar profundo:
que fue preciso a su divino vuelo
que diese como el sol la vuelta al mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz