AMAR ODIANDO
(Palabras sin canción).
Otros cantan sus amores,
Yo mis odios cantaré,
Que aquello de ayes y flores
Ya es más viejo que Noé.
Idolatro a una morena
Con el odio más mortal,
Y ella paga, como buena,
En idéntico metal.
Es original, es rara;
Y original debo ser,
Y el amor que nos separa
Se nos debe parecer.
Tenemos ya tal costumbre
De aborrecernos los dos,
Que nos diera pesadumbre
De vernos en paz de Dios:
Ni yo acertara, ¡por vida!
A hacer papel de galán,
Que aun eso al cabo se olvida
Y he estado muy haragán.
Es el aborrecimiento
Nuestra normal condición
Y sería rompimiento
Una reconciliación.
¡Romper con ella! me aterra
Aun el pensarlo fugaz,
¡Estemos siempre de guerra
Para estar siempre de paz!
Aborrecernos de muerte,
De necesidad nos es,
Como el que un licor más fuerte
Busca para su embriaguez.
Un café tan exquisito
Sin azúcar es mejor,
Y así yo me felicito
Saboreando mi amor.
Como soy amante feo,
Con feo amor me lo paga,
Y acierta con mi deseo,
Pues sin dulce no empalaga.
Hemos hallado el remedio
Contra la humana inconstancia,
Preservativo del tedio,
Música de disonancia,
Que artistas altos de punto
Somos los dos, a fe mía,
Prácticos en contrapunto
Y en trascendente armonía.
Mientras nos odiemos tanto
Nos amaremos con furia,
Que no puede haber quebranto
Donde ya no cabe injuria.
Y hemos hallado en amores
La piedra filosofal
Que nos hace acreedores
A una patente inmortal.
Con nuestra invención jamás
Pelearán los casados,
Y este antídoto no es más
Que estar ya bien peleados.
Parece de Pero Grullo
Tan evidente verdad,
Mas reclamo con orgullo
Derecho de propiedad.
Miente ya todo el que diga
Que es un soplo la ilusión:
Abomine a su enemiga
Y no habrá desilusión.
Mi odiada y yo nos cebamos
De tal modo a aborrecer
Que hoy donde amor encontramos
Ni lo volteamos a ver.
Como el viejo Rey del Ponto
Nuestro regalo es veneno,
Y nos parece muy tonto
Lo que otros hallan muy bueno.
Estamos por lo dramático,
No por lo tierno y bucólico,
Que esto es ya muy democrático
Y demasiado católico.
Quisiéramos (lo declaro)
Atormentarnos con celos,
Pero nuestro gusto es raro
Y exigentes los modelos.
A veces ardo en anhelos
De corregir su rigor
Manufacturando amor
Con un cáustico de celos.
Pero yo no embarco así
Mi amor propio en cualquier nave,
Cuando tal vez no hay allí
Casco bastante y no cabe.
De naufragar, naufragar
En buque grande y costoso,
Y más bien en alta mar
Que en algún bajo alevoso.
Y antes que amar a mujer
De esas de a real la docena,
Yo prefiero aborrecer
A una que valga la pena.
Como el vinagre del vino,
Del amor se hace el rencor,
Y así, por mi odio, imagino
Cuál habrá sido mi amor.
Fue tan dulce, que actualmente
Me sabe mejor tal vez;
Siempre en el tiempo presente
Peco por insipidez.
No me gusta, como el ron,
Sino después de tomado,
Y el odio es la gran razón,
La sal del amor pasado.
Han dicho que la distancia
Embellece los objetos,
Y que da la disonancia
Los acordes más completos;
Así en música de amor
Nada hay como aborrecerse
Y es la variación mejor
Sobre el tema de quererse,
Y puesto que la mujer
Sólo en odiar es constante,
Enseñarla a aborrecer
Es la ciencia del amante.
Nunca me quiso la mía;
Y lo agradezco, aunque duela,
Pues esto a veces enfría
Y da punto a la novela.
En amor, como en el juego,
Quien muestra carta es perdido,
Y con razón pintan ciego
Al juguetón de Cupido.
Pero siquiera logré
Que me odiase la malvada,
Y esto es algo, y yo bien sé
Que más vale algo que nada.
Si es verdad que los extremos
Se vienen siempre a tocar
Espero que llegaremos
A amar a fuerza de odiar.
Si en algebraicos tratados
Menos por menos da más,
Dos odios multiplicados
Producen amor quizás.
Mas la ventaja mayor
De este amor en desacuerdo,
Es que, como no es amor,
Si lo pierdo, nada pierdo.
Otros cantan sus amores,
Yo mis odios cantaré,
Porque suspiros y flores
Son más viejos que Noé.
*
* *
Cielo azul, campo alegre, auras fraguantes,
Ya no os dirán mis lágrimas: ¿por qué?
Sigue latiendo, ¡oh corazón! como antes,
Saboreando tu dolor de ayer.
*
* *
Dicen que impreso en las pupilas queda
En los ojos del muerto el matador.
Si estoy muerto, no sé; mas no hay quien pueda
De los míos borrar (que se lo veda
Mi corazón) la imagen de mi amor.
Nueva York, 1º de julio: 1867.
Rafael Pombo