SOLO
Ya que de amor, Dios mío, mi corazón formaste
A semejanza tuya, que todo eres amor;
Ya que uno, un solo anhelo en mi ánima inspiraste,
¡Ay! el de ser amado tanto cual amo yo,
Depárame en la tierra el solo bien que pido.
Preciso para mi alma cual para el mundo el sol,
Cual para el pez las ondas, cual para el ave el nido:
Un corazón que me ame tanto cual amo yo.
Sin ti yo no concibo el mundo que tú hiciste,
Sin criar seres que te amen, no eres posible ¡oh Dios!
Ni a concebir alcanzo la vida que me diste
Sin algún ser que me ame tanto cual amo yo.
No pido yo la gloria que tantos han buscado,
Esa que en vez de vida trae muerte al corazón;
La gloria que tú amas es la de ser amado,
Yo a imagen tuya, el serlo tanto cual amo yo.
¿Mando y poder, qué importan? Un corazón amante
Vale por mil que tiemblan de un César a la voz.
Más bien que años de imperio, dame, ¡ay! un solo instante
En que haya quien me quiera cuanto quisiera yo.
¿Y el oro? Harto infelices los que él hace felices,
¿Qué valen corazones que el oro vil compró?
¿Lograron por ventura los que con él maldices
Saber si alguien les ama cual ansío saber yo?
Qué importa el sol radiante, el ancho mar profundo,
El cielo do tus aves vuelan de dos en dos.
¡Oh Dios! es un suplicio ver tan hermoso el mundo
Si no es junto a quien me ame tanto cual amo yo.
Colmado en limpias aguas rebosa el mar rugiente,
Y en luz, en aire, en vida la pródiga extensión.
Pleno te canta el mundo, gran Dios, y únicamente
Me falta a mí quien me ame tanto cual amo yo.
¿Por qué un tesoro dísteme aquilatado y santo
De idolatrarios éxtasis, de noble adoración,
Palabras que alzan llamas, notas que exprimen llanto,
¿Por qué? si no hay quien me ame tanto cual amo yo.
Si soy el convidado que al baile entró ya tarde,
Y a su paloma en brazos usurpadores vio.
Dame un rincón de muerte donde olvidado aguarde
La hora del dueño, la hora del que ama como yo.
Tal vez bebí su ambiente de flor del paraíso,
Y el arpa, al grato impulso del valse tentador,
Cimbrándose armoniosa significarle quiso:
«¡Ven, soy el tuyo, quiéreme como te quiero yo!»
Ven, que de las hermosas, la reina es del poeta
Serpiente audaz que sabe transfigurarse en dios;
Volver el paraíso a su Eva predilecta
Y arrebatarle al cielo su vértigo de amor.
Ven, ámame si quieres ser inmortalizada.
Cantada eternamente de mi laúd al son,
Y eternamente bella, y eternamente amada.
Tal como yo te admire, como te cante yo.
¡Ah! desamado y solo, perdido en altos mares,
Cual pájaro sin nido revoloteando voy;
No hay islas nemorosas que escuchen mis cantares,
No hay aves que respondan lo que les canto yo.
Como el niño, que lejos de sus lares benditos
En solitaria senda la noche sorprendió,
A veces tengo impulsos de tenderme a dar gritos,
¡Ah! porque no hay quien me ame cuando amo tanto yo.
Noviembre 7: 1856.
Rafael Pombo