EN EL ÁLBUM
de la señora Isabel Epalza de Mosquera, el día del nacimiento de una hija.
Bendijo el Señor tu duelo,
Tus oraciones oyó,
Y el serafín de consuelo,
Que a tus brazos robó el cielo,
Hoy a tus brazos volvió.
Pocas veces un mortal
Fue como tú venturoso,
Pues a tu voz maternal
El mismo Dios inmortal
Obedeció generoso.
Y a ese mismo ángel que ya
Ensalzaba a Jehová,
Donde todo bien se encierra,
Le dijo: «vuelve a la tierra,
Pues que te lloran allá».
¡Jamás la felicidad
Se alcanza otra vez gimiendo!
Un fallo de adversidad
Es como la eternidad
Inexorable y tremendo.
Sabe pues, amiga mía.
Que eres del bien predilecta,
Y no ceses noche y día
De apreciar la gran valía
De tu ventura perfecta.
Ni el cielo del extranjero
Ha de entristecerte ya,
Pues, al fin de buen agüero,
Nunca un sol más placentero
Nuestra patria te dará.
Sé feliz cual lo mereces,
Joven, bella y casta esposa,
Que has llorado tantas veces:
Hoy tienes cuanto apeteces
Y al cabo tu alma reposa.
Nunca pagaste mejor
De tu esposo la ternura,
Y a trueque de tu favor,
Él te ama con más amor
Por deberte más ventura.
Yo, pobre amigo, entretanto,
Gozándome en verte así,
Enjugo mi propio llanto,
Y pues mis dichas no canto,
Canto las tuyas por mí.
Tal vez será satisfecha
La intención que tengo hecha
De que me recuerdes bien,
Pues siempre al ver esta fecha
Verás mi nombre también.
Nueva York, julio 30: 1855.
Rafael Pombo